miércoles, 9 de noviembre de 2016

PRÓLOGO

CARTA AL CIELO


Lucía…:
Todavía viven en mi memoria aquellos días que mil veces buscaron el olvido pero a los que jamás renunciaré. Son todo lo que me quedan de ti. De nosotros…
                He perdido la cuenta de cuántas cartas te he escrito ya y, asimismo, he perdido la cuenta de cuánto tiempo llevo esperando una respuesta tuya; cualquier tipo de señal. Pero lo comprendo, Lucía. Bien sabe Dios que lo entiendo. Mis cartas jamás recibirán respuesta porque nunca llegarán a su destino. El cielo, de momento, es inalcanzable. Mil ocasiones he soñado que lees mis escritos y que te ríes de mi torpe prosa al tiempo que frunces el ceño tratando de descifrar mi espantosa caligrafía. Pero entonces pienso que también iluminarías tus labios con esa sonrisa de la que me enamoré. Así eras tú, Lucía. Así éramos nosotros.
                Si te soy sincero, igualmente, cavilo la posibilidad que tú respondas mis cartas pese a que nunca las recibas. Sé que algún día será así…
                …aunque son muchas las ocasiones en las que pienso que soy un completo imbécil por pensar todo lo escrito anteriormente. Tú estás muerta. Y los muertos nunca vuelven. Sólo los vivos los recuerdan y yo, Lucía, siempre te recordaré.


                Siempre recordaré aquel invierno de 1951…