La habitación estaba consumida por un silencio desolador. Todo estaba tal y como lo había dejado. No encendí la luz y atravesando la penumbra me dirigí directamente al baúl tallado en madera. Sobre él, aquel espejo que tantas veces me devolvió mi reflejo solitario y agotado. Me acerqué al baúl, me incliné hacia delante y lo abrí. El manuscrito seguía allí, esperándome. El trabajo de toda una vida. Me imaginé allí, leyéndolo de rodillas y esbozando una leve sonrisa al recordar párrafos de mi propia mano. Pero algo había cambiado para siempre. Alargué la mano y tomé el manuscrito en silencio, sin acritud. Encendí el mechero y acerqué la llama al papel. Las páginas se entregaron al fuego con rabia y abandono y quedaron para siempre silenciadas por el recuerdo del olvido. La brisa cálida que entraba por la ventana se llevó las cenizas de aquel sueño muerto.
-Fin
–me oí decir.
Antes
de salir del cuarto me detuve un instante a ver al extraño que me miraba desde
el espejo. En el reflejo de mis propios ojos descubrí algo que nunca antes
había estado ahí. Algo turbio y oscuro.
-Yo
puedo ver en tu interior, Brais –me dijo el reflejo-. Ahí dentro no existe un
alma… Sólo hay oscuridad.
Mi
yo del espejo sonrió. No había amenaza ni odio en su rostro, apenas una sombra
de melancolía.
-Tiene
gracia, yo pienso exactamente lo mismo –dije.
Mi
reflejo sonrió y negó lentamente.
-Te
haces el valiente, Brais. Siempre lo has hecho. Pero yo sé que toda tu fachada
es pura palabrería; una mentira. Donde los demás ven tus sonrisas, yo veo un
corazón roto y deshecho…
Le
miré a los ojos y asintió.
-No
poder llenar ese vacío interior te hace sufrir, ¿verdad? Yo veo lo roto que
estás, lo derrotado que te sientes. Sé que no puedes seguir adelante y tú también lo sabes…
No
dije nada. Cerré los ojos y continué escuchando.
-Pero
eres un egoísta, como todos los que te rodean. Sigues viviendo porque es lo
único que sabes hacer y explorar más allá te abruma. No tienes ningún sueño
porque por dentro, Brais…
Oí su voz
difuminarse en la oscuridad y cuando abrí los ojos mi reflejo era simplemente
mi reflejo.
-… estás
muerto.
Sonreí, la paz
del odio ardiendo en mis venas, y salí a la noche.
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