Estoy consumido, agotado y exhausto. La rabia bulle en mi interior y hace palpitar mi corazón con cólera. La vanidad del odio fluye por mis venas y la verdad, si soy sincero, los quiero a todos muertos. A todos. Sin excepción.
Escribo esto completamente desgarrado.
Ciego de ira sin saber muy bien qué tecleo, mi mente consumida por el odio que
me corroe. Desgrano palabras que se convierten en proyectiles cargados de
pólvora y de furor con los que imagino que disparo contra sus pechos. Y que
mueren. Vaya, con eso disfrutaría. Probablemente, cuando mañana lea esto, me
asustaré de mis propias frases; ese escritor que florece dentro de mí hoy está
de defunción; más muerto que vivo. La calma, al igual que el sosiego, me han abandonado
como alma que huye del diablo. Mis ojos lloran. Son lágrimas, simple agua que
desciende por mis mejillas. Yo la siento como sangre. Me han hecho daño. Nunca
había sentido nada igual. Me han hundido. Me han ahogado en el más profundo
abismo; en el más negro y hondo. Un pozo oscuro y tenebroso y solitario. Lo que
prometía ser una experiencia nueva y gratificante, se acabó convirtiendo en un
infierno. No miento. Siento que vivo en un infierno. Me acaban de sacudir con
un trauma que ya nunca desaparecerá. Con el paso del tiempo aprenderé a
ignorarlo, supongo. Pero es incurable; una experiencia así nunca se olvida.
Nunca. Algo murió en mi interior.
Hay una frase que reza: “las
cosas malas simplemente ocurren”. Entonces, con los ojos enrojecidos y testigos
de un horror que nunca habían imaginado, me pregunto: ¿por qué las cosas malas
suceden a gente buena? No me califico como un santo, pero nunca he juzgado a
nadie. Jamás. Y conmigo lo han hecho. Sus voces a mis espaldas, sus miradas de
soslayo, sus señas a escondidas hacia mí, me han mostrado lo cruel y monstruoso
que puede llegar a ser el ser humano. Lucifer, a su lado, sería intimidado por
su crueldad.
“El camino al infierno está hecho
de buenas intenciones”. Te equivocas, Zafón. Lo siento. pero en esto no estoy
de acuerdo contigo. Mi viaje al infierno, al noveno círculo infernal, no fue
fraguado con buenos propósitos. Al contrario. La malicia de sus ojos irradiando
auras de maldad, sonriendo cada vez que se dirigían hacia mí, relamiéndose con
vanidosa satisfacción… Nunca lo olvidaré. Y ellos tampoco lo van a hacer. La
jauría es poderosa unida y, por desgracia, ellos lo están. Porque se creen
dioses. Porque el resto de gente les consiente conservar ese título. Porque su
lema es: “sufre este año y recompénsalo al siguiente”. Nunca oí nada más
absurdo.
Escribo esto en el umbral de una
habitación que no siento como mía a los ojos de compañeros que sonríen
ladinamente hacia mí esperando con ansia la puñalada final. Jamás me sentí tan destruido
como ahora. Gracias. Gracias de verdad. Ojalá, y lo digo sinceramente, muráis
todos de la manera más cruel.
Cada palabra escrita en este
texto, ha constituido una lágrima derramada en silencio.
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